miércoles, 7 de noviembre de 2012

El Huracán.

 

El 7 de Noviembre de 1826 fue un día nefasto para los habitantes de Canarias. Me encontraba en La Laguna unas horas antes de que la tremenda catástrofe sumiera a los pueblos de Tenerife en la mayor desolación. Tenía que regresar a Santa Cruz y el Doctor Saviñón me aconsejó que lo hiciera cuanto antes: << Desde esta mañana –me dijo- mi barómetro indica que algo extraordinario va a suceder…Despache pronto sus asuntos y váyase antes de que caiga el turbión o puede que algo peor >>.

Me separé del buen Doctor y, ya de camino, sus pronósticos comenzaron a manifestarse. El viento, que soplaba del suroeste a mi salida de La Laguna, cambió bruscamente al sur y después al este: pero lo que todavía no era más que una ventolina indecisa que soplaba a ráfagas y mudaba de dirección, pronto rompería en vendaval. El sol se había oscurecido, las nubes acumuladas en el horizonte ascendían rápidamente hacia lo alto, y densas masas caliginosas se extendían desde oriente a occidente. El cielo parecía haberse desgarrado. El semáforo de tormentas que es el Teide se cubría con su negra capucha. Costaba respirar en esta atmosfera que la borrasca acosaba por todos lados. Y una excitación nerviosa me invadía, como una premonición. Entre esos inquietantes anuncios percibí un fenómeno del que había sido testigo en América: se trataba del huracán de las Antillas… que llagaba con señales precursoras. Pero en esta ocasión, lejos de aquellas latitudes, venía a abatirse sobre una región que yo había creído estar a salvo de esas catástrofes.

Gruesos y escasos goterones anunciaban el aguacero. Todavía no rugía la tormenta, el rayo no desgarraba las nubes, pero con todo, el silencio de los elementos en medio de estas inquietantes señales hubiera impresionado al más animoso.

Llegué a Santa Cruz una hora después. El mar se embravecía por momentos  y la resaca estallaba contra el muelle donde me había situado para contemplar la impresionante escena que allí tenia lugar.

En efecto, al poco se desencadeno una encarnizada lucha de lluvia y viento que se mantuvo sin cesar hasta el día siguiente. La tempestad fue terrible, espantosa, salvaje. El mar se levantó desde el fondo de los abismos  para invadir la costa. El devastador huracán  cayó sobre la isla con despiadada furia.

 

SABINO BERTHELOT      Fragmento del Capitulo IX – El Huracán                               Primera estancia en Tenerife 1820/1830


hablando del mismo día…..recomiendo: http://loquelaspiedrascuentan.blogspot.com.es/2012/11/el-dia-que-desaparecio-la-virgen.html


Un día 7 de Noviembre….186 años después…en Punta del Hidalgo, un día de mucha, mucha lluvia….

Enrique Castillo para su Bitácora.