jueves, 22 de octubre de 2009

Tres anillos en las orejas…


“…Dentro de veinte años te sentirás más desilusionado por las cosas que no hiciste que por aquéllas que hiciste. Así que suelta las
amarras. Navega fuera de la bahía segura. Atrapa los alisios en tus velas. Explora. Sueña. Descubre.”                           - Mark Twain

   Según una antigua tradición marinera, los navegantes que han superado “los grandes cabos”; en navegación, los tres principales cabos australes de la ruta marítima a través del Océano Austral: El cabo de Buena Esperanza (sur de África), el cabo Leeuwin (extremo meridional de Australia) y el cabo de Hornos (en el extremo austral de América del Sur) navegando a vela, cumplen una gesta que les da derecho a lucir tres anillos en su oreja, a permanecer de pie ante los reyes y a orinar contra el viento….

El Cabo de Hornos,conocido en aquella época como el cabo de las Tormentas; escollos, bajíos, vientos huracanados, lluvias y nieve durante casi todo el año, y una espesa bruma cuando las tempestades calmaban, convertían a aquel cabo en un lugar impracticable, incluso para los más experimentados navegantes. Los naufragios estaban a la orden del día. Por ello, se convirtió en signo de suerte y pericia entre la marinería haber logrado cruzar con vida aquel infierno. Orgullosos de ello, y para que la hazaña quedara reflejada de por vida, los marineros, comerciantes, piratas y corsarios se colgaban en una de las orejas un pendiente en forma de aro.
A este distintivo se podían unir otros dos, que simbolizaban el paso por el cabo de Buena Esperanza, al sur de África, y el de Leeuwin en el Continente Australiano.
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La geografía de un marino no es siempre la del cartógrafo, para quien un cabo es un cabo, con su latitud y su longitud. Para el marino, un gran cabo representa a la vez un conjunto muy simple y a la vez extremadamente complicado de arrecifes, corrientes, fuertes mares y grandes olas, vientos suaves y vendavales, alegrías y miedos, fatiga, sueños, manos doloridas, estómagos vacíos, momentos maravillosos y algunos de sufrimiento.
Un gran cabo, para nosotros, no puede ser expresado solamente por su latitud y su longitud. Un gran cabo tiene su alma, con suaves y violentos colores y sombras. Un alma tan suave como la de un niño y tan violenta como la de un criminal. Y por eso se va allí.

bernard


    
 
 
         Bernard Moitessier, «El largo viaje»

 
En marzo de 1968 el Sunday Times de Londres instituyo el trofeo "Globo de oro", dotado con un premio de 5.000 libras esterlinas para el primer navegante que consiguiera dar la vuelta al mundo a vela, en solitario, sin escalas intermedias. El periódico estableció otro premio de 5.000 libras esterlinas a quien realizara dicho viaje en menor tiempo. Estos tentadores premios convirtieron el acontecimiento en una verdadera regata.
Cuatro participantes ya habían comenzado los preparativos. Luego, se les unieron otros cinco navegantes, pero durante el viaje todos los participantes fueron abandonando, salvo uno de ellos.
Uno se suicido después de haber navegado en circulo por el Atlántico Sur. Otro, Nigel Tetley, a bordo del único trimarán se vio obligado a retirarse cuando su barco quedo destruido después de doblar el cabo de Hornos y el francés Bernard Moitessier, cuando se encontraba sin lugar a dudas a la cabeza, después de pasar por el cabo de Hornos, opto por dar vuelta, retornando al cabo convencido de que esta maniobra era necesaria para salvar su alma.
Este noble marino nunca termino la carrera, con la ayuda de su sextante eligió una nueva ruta e hizo llegar su mensaje:
"Sigo, sin hacer escalas, hacia las islas del Pacífico, porque soy feliz en el mar y quizás para salvar mi alma".
Puso su velero rumbo a Tahití. Bernard se posicionó en ese momento como un icono de la navegación a vela al renunciar a la gloria y al dinero de la prestigiosa competición, convirtiéndose en uno de los mentores de toda una generación de amantes de la navegación.