martes, 31 de marzo de 2009

LA “CUEVA DEL REY”.

La “Cueva del Rey” está situada a los pies de la gran montaña de “Guacada”, frente al que mire desde la carretera veinte o treinta pasos más adelante del corte que aquella hace a las dos Hoyas. La poseyó en sus tiempos don Eugenio Sainte Marie, con un trozo de tierra que compró a Doña Cristina Afonso.
Escribe don Eugenio:
“Y todos los Menceyes y príncipes, como sucede en la cueva de Zebensui, el hidalgo pobre, tenían a la entrada de sus habitaciones una plazuela o tagóror, como la llanura de la finca de doña Cristina Afonso que se extiende desde la hilera de palmeras al mismo pie de la cueva hasta el patio de la casa del buen vecino y honrado amigo don Manuel Ramos, conservando aún tal denominación a pesar de haber transcurrido tantos años, pasando por varias vicisitudes de poseedores del terreno, y reapareciendo siempre como punto luminoso al través de las edades con el tagoror primitivo, rodeado de grandes asientos de piedra mas o menos toscamente dispuestas y cortadas, donde se recibían las visitas hechas al príncipe, hidalgo pobre, donde pasó la escena tan conmovedora de la sorpresa de Zebensui por Bencomo, en ocasión de estarse aquel preparando un recental arrebatado a los pastores de la comarca para comérselo y de la lección tan provechosa que surtió al efecto, sirviendo igualmente el tagoror para dar las audiencias, y celebrar los consejos en que se ventilaban los graves asuntos del Estado; y retrotrayendo la historia a las edades pasadas, no parece sino que este mismo es el heroico uso que describe Homero en el tercer libro de la Odisea, cuando pinta a NÉSTOR, REY DE PILOS, sentado muy de madrugada a la puerta de su propio palacio, sobre unos poyetes de piedra blanca y lisa, en cuya especie de Tagoror (donde solían juntarse los príncipes y magnates del reino a celebrar su reuniones y administrar justicia) le encontró el joven Telémaco, hijo del prudente Ulises.”
Como es sabido, el rey Tinerfe fue el último que poseyó el gobierno de toda la isla; sus hijos lo dividieron entre ellos en sendas nuevas partes hacia finales del siglo XIV, según los historiadores, pero a tales reinos se desglosó el señorío de Punta del Hidalgo, que lo poseyó el hijo bastardo de Tinerfe llamado Aguahuco.
José de Viera y Clavijo -
“Además de los nueve hijos legítimos que dejo el gran Tinerfe, tuvo otro bastardo que se llamó Aguahuco; este no tomó para sí el título de “mencey”, como los otros, sino “archimencey”, que es decir, “el hidalgo pobre”; contentándose con un pequeño territorio, situado a la parte del norte de la isla, que todavía retiene el nombre de Punta del Hidalgo.
Zebensui su hijo, fue un bárbaro ilustre, que se llevo el heroísmo de la simple naturaleza hasta un punto excesivo. Sirvióle el valor de mejor patrimonio que el que había heredado, pues pagados los reyes sus parientes de las acciones atrevidas que ejecutaba, solían regalarlo a competencia especialmente de Beneharo el de Anaga, que apreciaba los hechos en que tenían parte la osadía. Pero los vasallos de estos mismos príncipes que le admiraban, habían concebido un odio mortal contra Zebensui, al experimentar que les tiranizaba sus familias, y les robaba sus ganados. Ya estos pobres pastores estaban cansados de murmurar en secreto de aquellas opresiones cuando penetrados de su amargura, se presentaron algunos en el Tagóror del rey Benchomo de Taoro, implorando su poderosa protección a favor de sus cabañas y sus crías. Benchomo, sintiendo estos excesos de un deudo, a quien era preciso contener sin deshonrarle, tomó una resolución, que nos pone de manifiesto su carácter, dándonos una idea de la agradable simplicidad de aquellos hombres. Cierto día muy de mañana salió de su palacio de Taoro solo y como de incógnito; y llegando a la cueva de Zebensui, le halló acabando de comer un cabritillo, que él mismo había asado por sus manos. La inopinada visita de semejante personaje no pudo menos de turbar al Hidalgo Pobre; pero se aumento su sorpresa cuando oyó de boca del “mencey” las más severas represiones sobre su violenta conducta “Yo Quebehi (respondió el hidalgo), me siento fuera de mí al ver la honra que me haces entrándote en este pobre albergue, y al oír tus reconvenciones, que no sé qué me haga. ¿Llevarás a bien que salga a buscar alguna cosa, para prepararte la comida? Benchomo, deteniéndole entonces por el brazo, y fijando en él unos ojos de fuego y de majestad, le dijo así: “Detente Zebensui, y no pienses darme de comer de lo ajeno. Ten juicio y advierte que el príncipe no puede sustentarse de la sangre de los vasallos infieles, a quien debes mirar siempre con entrañas de padre…Dame “gofio” y agua, y éste será para mi el banquete más delicioso.”



Texto extraído del libro de María Rosa Alonso.
Un Rincón Tinerfeño LA PUNTA DEL HIDALGO. II Edición año 2000. (I Edición, 1944.)
Eugenio Sainte Marie 1899.
José de Viera y Clavijo 1731-1813.